Si las obras actuales de Susana Attías son al mismo tiempo muy desenvueltas y muy vigorosas, como expresión de un sentimiento de seguridad en sí misma y en el dominio que posee sobre los recursos de su oficio de pintora, ello se debe no sólo a su sensibilidad y a su talento, sino también a todo el desarrollo de su valiosa experiencia precedente.
La pintura de Susana Attías era (y no ha dejado aún de ser, aunque de otro modo) una pintura torrencial: un verdadero y extraordinario torrente de energía, de sensibilidad, de imaginación, de nervio que fluye impetuosamente sobre la tela, a punto de desbordar.
Al mirar las obras de Susana Attías nos asalta un gran profusión de formas y de colores encendidos, pintados con suma espontaneidad, directamente sobre la tela, sin bocetos ni estudios previos, y sin vacilaciones, como si emergieran de un solo impulso repentino.
Toda esa turbulencia barroca y exuberante parecía frenarse un poco cuando la artista realizó, acaso con el propósito de autoconlrolarse, una serie de pinturas inspiradas en las estampas clásicas, japonesas, las cuales a pesar de que eran interpretaciones muy libres, le permitieron ensayar otro tipo de experiencias en la estructuración de sus obras, más sintéticas y con gran economía de medíos: y esa etapa japonesa le sirvió para perder el "horror vacui" de su producción precedente. De aquella etapa se derivan otras que ahora culminan en las obras de esta exposición de La Galería Okyo, con sus personajes de trajes oscuros. En estas pinturas recientes la fuerza se concentra, en lugar de dispersarse como en etapas anteriores. De la agitación dionisiaca y del derroche visual, la artista pasa ahora a la severidad de sus grandes formas centrales, simples¡ austeras, pero tal vez más poderosas que sus desbordamientos anteriores: En lugar de la extroversión del lenguaje formal, se da más bien su introversión, se vuelve sobre sí misma (sin llegar al ensimismamiento) y el acto creativo deviene un acto elevado a la segunda potencia, que no deja ir en pura efusividad, sino que se piensa a sí mismo, pero sin perder toda su espontaneidad, ni su vitalidad, ni su carga de energía.
Susana Attías no se ha desprendido de su barroquismo proliferante, pero su producción actual se condensa en este tipo de obras, como las que nos muestra en esta oportunidad. Son imágenes compactas, poderosas y más expresionistas.
Sus rabinos y otros personajes de trajes sombreros oscuros siguen plenos de
matices de color, semi-fundidos en los planos oscuros, y trazos fortísimos
que parecen compulsivos. Y no es rara la presencia discreta de algún tipo
de humor.
Estos personajes, que indirectamente evocan el tema de la religión, más que
con solemnidad son tratados con desenfado y con simpatía, no exenta de
humor. Pero no son imágenes ligeras, sino densas y cargadas de connotaciones
afectivas.
En suma, con esta exposición Susana Attías confirma la validez de su talento
creador.
Perán Erminy. Octubre 1993